
Esta no es una poesía ni nada por el estilo es solo una conversa, a la que llamaría mediación entre el pasado y lo incierto.
Cuando deslizaba la mirada por las líneas del libro de un escritor diáfano, rápidamente ordenaba en mi mente la forma como podría contar la melodía amarga que una noche antes a la de hoy, me acusó.
Martes era el día, cerca a la una y cuarenta de la tarde rompe mi distracción al sonar el teléfono lejos de mis oídos, agazapado a la lectura que no quería interrumpir me obliga la conciencia a contestar.
Pronto deje la página y la música que moría al lado suyo para salir al encuentro de una llamada que imaginé en lo mas mínimo me importaría por que son escasas las llamadas que vienen dirigidas hacia mi, entonces no preste atención y me dispuse a descolgar el auricular y echar una voz frágil que parecía estuviera hablando el niño que en mi descansa: aló buenas tardes; y al otro lado del teléfono, me imagino que era uno de público por que se oía ruido lejano, una voz reventó. Aló se encuentra tal persona, a lo que asentí de inmediato más que por el nombre que había mencionado que sin duda, como dije antes, poco me interesó; era la voz que tiempo antes me había injuriado amargamente, más que por razón era de dolor.
- Ciertamente tenía todo el derecho el mundo y sus descargas de enfado descansaban en una razón que solo yo sabía y ella jamás tendría que enterarse si no fuera por mí, pero ello no ocurrió, lo cierto es que encontró una excusa casi perfecta por que puso fin a la historia; increpándome toda la responsabilidad a mí y a mi escepticismo por su fe. En un correo recibido hace varios días me explicaba las mil razones firmemente fundadas desde el punto lógico y descabelladamente desfigurada de la verdad, así que ayer me arme de valor para increpársela a la supuesta raíz de lo acontecido y encontré una respuesta que me imaginaba estaría por confirmar, una negativa a todo lo dicho.- Un momento por favor, dije; y pronto Salí en busca de la persona que sabia no se encontraba solo para tomarme un tiempo y pensar si lanzarme a conversar, lo que implicaría desnudar la herida que va secando amargamente o mejor debería dejar que el tiempo ayude a esparcir cada centímetro de recuerdo agridulce.
Resolví por la segunda opción; cuando regresé ya sabría que era yo quien contestó por que habría reconocido mi voz aquella que siempre escuchó decir palabras dulces cuando nos echábamos a conversar por largos momentos. Que por cierto era la misma línea testigo de todas las aquellas palabras que inventaba y que ahora nos escucha distantes y sin ninguna forma de reinventar palabras de ese tipo. No se encuentra la persona que busca, dije; y al otro lado reventó una voz más suave como una especie de nerviosismo, lo que resolvió toda una conversación en una sola palabra, Gracias.
Luego de dos segundos colgó el auricular mientras yo mantenía aún en el aire, al tercer segundo me acerque y deje caer sobre la plataforma que lo reposa.
Alejado de lo sucedido apagué mi mente de esos pensamientos que hieren y estrangulan, regresé a las líneas que postergué debido a aquella llamada. Y ella seguramente se deslizo tímidamente por el cementerio de indiferencia percibida; apagando su silencio, se marcharía al lugar más remoto donde se confiere un momento de felicidad. Entonces cruzaremos miradas nuevamente por que ahí caigo también yo.