Los ojos de mis lágrimas están tristes,
al borde de rodar sin consuelo.
Hermanos, hoy la mesa está poblada,
pero el desierto se pronuncia en los asientos,
solo el gato con su mirada lánguida,
cruza el silencio de la mañana.
Hermanos, despierten que ya todo está servido,
caminen hacia este espacio que nos espera,
porque el mañana no tendrá lugar en este mundo…
Hermanos, amigos, bebes; este es el momento,
para comulgar de la fiebre que nos posterga,
que no haya un mañana para lamentar
este día que dejamos pasar… y nadie llega.
Los ojos de mis lágrimas ahora lloran,
El gato, triste resuelve la ecuación que no pude,
los pericotes que un tiempo espanté,
salen de entre sus huecos a pedirme que pare,
y el negro, longevo y flácido, renuncia a su intento de espantar al gato,
las palomas, misteriosamente descienden al borde de la puerta,
Lástima que nadie llega para presenciar esta escena,
lástima que nadie despierta de sus sueños grises,
Como una especie de misticismo todos al borde de la mesa
convergimos, el negro parte el pan y se lo cede al gato, este
hace lo mismo y se lo concede al pericote, este último con los dientes
deja caer para que la paloma con su pico le lleve a la boca del negro,
y el desayuno miserable encuentra forma y fondo y,
ya mis ojos dejan de llorar…
