Con tanto esfuerzo sostenía bajo su cuerpo en tullido un pequeño bulto
que no quería que nadie se hiciera con él. Los síntomas cada vez eran más
agudos y el fuego abrazador del sol hacía con su cuerpo rebozando en fiebre un
horno que fácilmente sancocharía los huevos que su médico le había recetado.
Ensimismado lo había perdido todo desde hace mucho, su padre se había
marchado cuando niño era y el recuerdo de su madre como un vago recuerdo
rondaba en su mente; solo en este mundo al borde de la miseria, solo con la
compañía de sus abuelos y el recuerdo de sus hermanos, que escaparon lejos, se
había quedado en este mundo. Sus días febriles no eran más que cargadas de
rocíos en su espalda, los colores del paisaje que lo secundaba no eran más que
de blanco y negro.
La soledad de su infancia se había convertido en su pan de cada día,
callado y dubitativo intentaba ponerse delante de sus primos de su edad, pero
el precoz leguaje de los otros habían ido consumiendo a pasos grandes su
voluntad de intentar hacer algo. Hizo de su hogar la calle y de su cama un rincón
en la casa de sus abuelos, todos los días muy de mañana salía a caminar sin
rumbo, no era para él la mesa, no era para él las mañanas de compartir tampoco
las tardes de lonche ni las noches de la cena cálida que se armaba al borde los
granos y la sopa hecha por la abuela. Solo agradecía que le estuviera reservado
algo para cuando regresara de buscar a sus padres por el campo que nunca supo
si habría estado allí.
Era así como escogió vivir, es de esa manera que decidió hacer de su
vida un camino transitable, pero desde este espacio digo que se equivocó. Podría
haberse hecho de bien y recorrido el camino que hoy se le cerró si por bien
hubiera tomado la mano amiga del sobrino que le tendió, pero desde hace mucho
ya había renunciado a cualquier intento, solo quería llegar al regazo donde sus
padres le aguardarían y hoy cuando sus ojos yacen nublados y su mente palpitante
ahogó con los latidos quietos de su corazón hade por fin su suerte consumarse.
Si no hay más castigo para una mente cansada y desolada, la muerte
trágica de los únicos seres que le entendían llegó pronto, primero su abuelo
luego el recuerdo cálido de la abuela iba consumiéndose lentamente, ahora si no
hay nada en este mundo que lo ataba, la casa que solía estar abrigada con la
presencia de esos dos seres amados ahora permanecía tétrica y casi un
cementerio. Tu vida querido primo, si bien yacía sostenido por algún recuerdo,
ahora quedaba sepultado bajo la lápida de las personas que amabas. Fuiste
grande al permanecer aferrado a este mundo que te había despojado de todo,
ahora tu cuerpo se fundirá en la tierra y tu alma se elevará a la compañía de
los seres que amas. Y todo lo que deseabas hacer, si es que aún deseaste,
quedarán inconclusos esperando ser descifrados por los que rodean hoy tu cuerpo
inmóvil.
¿Qué es lo que guardaba firme y férrea entre sus manos? Tristes y con críticas
resolvemos el acertijo de aquel pequeño bulto que escondía entre sus sabanas y
su cuerpo. Un pequeño puñado de dinero que en su voluntad seguro deseaba
para un entierro decoroso.
Hermanos, primos, tíos, sobrinos, hoy al borde se su lecho intentan
resolver desde sus lógicas la controversia de su vida, pero pocos entienden que
la batalla que libró era más fuerte y férrea la que vivió de sano, mas no la
que le tuvo postrado por unos largos meses entre el horno de su lecho.
Querido primo, si estas letras te llegan a donde estés, no tomes como
una disculpa mía por lo que nunca estuve; tú al igual que yo compartimos
ciertos rasgos, pero yo sigo en este mundo intentando cambiar lo que tu
renunciaste hace mucho. Querido primo, estarás por bien, mucho mejor ahí al
lado de tus padres, alejado de este mundo ruin y perverso que te tocó vivir.
Allá donde estés cuida y orqueste el camino de los que en este mundo
esperamos verte.
No hay comentarios:
Publicar un comentario