1 dic 2013

OJOS ORIENTALES

Luego de un sábado poco claro en cuanto a lo que acostumbrado estoy de hacer, nace un domingo que más que entretenerme entre sus sabanas me desvive en la idea de realizar un acto que jamás en mi tendida y tímida existencia había hecho.
Pese al contraste claro del día; mi habitación yacía sumida en la nostalgia de sus mensajes, de su voz encendida con un color particular que solo su permanencia en aquella lejana tierra podía tocarla. Todo comenzaba a extrañar, incluso el escaso olor a su perfume que dormita dentro de mí.
Todo su espectro de pronto, inevitablemente, llegó como llega la fe en el desierto; llegó hacía no mucho el bote que me mantendría a flote, su retrato. Con su sonrisa oriental y su mirada entre dormida sostenía un ramo de rosas que no hacía más que acompañar la orquesta que comenzaba su sinfonía.
Era mi Gioconda, el retrato más preciado. De los muchos que duermen en la memoria de mi ordenador la que más viva se mantenía, entonces dije… porque no hacerla parte de todo. Así comenzó y así se quedó, sonriéndome cada vez que enciendo o me dirijo hacia alguna ventana, ella me sonríe, me mira y me levanta el ánimo que alicaído lo tenía, esta ella con su misma sonrisa de verano, con los mismos ramos de rosas que indican que la primavera nunca se irá, vino para quedarse y aquí esta, sonriéndome a cada instante.
El día me sonríe, todo pasa tan de prisa que extraño esos momentos lánguidos donde los segundos eran horas, extraño esos momentos porque esos momentos ahora los necesito para embeberme del pequeño mundo que he construido.
Estarás por los valles del desierto caminando, estarás por los confines de la tierra navegando, tus pasos seguramente han de llevarte por donde la voluntad de Dios despierta; ha de tu voz abrigar unos oídos desiertos, mientras que en los míos Dios despertará la canción que en silencio cantarás y cuando la noche cae allá donde ella te coge, soñarás los mismos sueños que en este mundo yo los tengo, porque quien pone las imágenes ahí dentro es el mismo quien nos mantiene respirando, el mismo quien me dicta estas palabras y me mantiene con vida…

Quiero no despedirme, sino solo decirte hasta luego; porque mañana te he de volver a ver… al menos eso es mi deseo, hasta luego…  

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